UN VIERNES EN HEBRÓN

21-3-2014

Hebrón, Palestina

Los viernes es día festivo para los musulmanes, igual que lo es un domingo para un cristiano, o un sábado (Sabbat) para un judío. Hebrón es unas de las ciudades donde más notable se hace más notable la diferencia entre religiones. También es una de las zonas más castigadas por los asentamientos israelís, puesto que son ilegales ya que está establecido después de la guerra de 1967. Por este motivo los viernes, después de rezar, la injusticia y la opresión que siente la comunidad musulmana es más palpable, y en un acto de rebeldía los ciudadanos tiran piedras hacia militares israelís. Lo que provoca una tensión que va creciendo a lo largo del día, dada la respuesta por parte de los militares en forma de gases lacrimógenos, bolas de goma, y en los casos más graves, tiros que en la mayoría de veces acaban con la vida de una persona.

La división entre los asentamientos y la parte palestina se hace notar cuando un grupo de niños nos acompaña y se ven limitados en cruzar determinadas calles, a partir de la cual han de retroceder. En caso de cruzarla su vida corre un grave riesgo. Son niños de a partir de 10 años los que participan en estos alertados. Los que luchan, los que salen heridos y los que mueren.

En este tipo de altercado también es interesante el papel de la mujer, puesto que su involucración no está bien vista y se le increpa en forma de acorralamiento por parte de un grupo de hombres. Esto se debe básicamente a motivos religiosos, puesto que en el islam la mujer tiene un papel más restringido.

Provocación por parte de unos, reacción desmesurada y ocupación ilegal por parte de otros. Cada viernes se repiten los mismos altercados.

CÓMO INFORMAR SOBRE CONFLICTOS

Israel – Jerusalem

Mucho se ha dicho en los medios de comunicación sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Pero ¿Cuál es la realidad? Ambos luchan por tener un estado propio, aunque por diferentes motivos. La comunidad judía por el hecho de haber estado perseguidos a lo largo de la historia, y Palestina por recuperar lo que consideran su lugar. Pero para ir más allá, nos hemos reunido con dos periodistas de diferentes perfiles para obtener varios puntos de vista. Roy Bet-Levi, fundador de la agencia Punto Press, es un judío nacido en Israel con antecedentes argentinos. Se lamenta del trato sensacionalista que se da al conflicto y la falta de contraste de información de los periodistas. Critica que la mayoría de periodistas tanto corresponsales como medios extranjeros se informan a través del diario Haartez, sin contrastar con otros medios. Por lo que la información parece copiada del medio sin tener una reflexión u opinión propia. Por lo que  Por su parte, Sal Emergui, lleva 15 años como corresponsal español en Israel. Tal vez la condición de extranjero hace que para Sal sea, en cierto modo, más fácil la movilidad tanto física como para acceder a contactos tanto de Israel como Palestina que Roy. Sal cuenta las dificultades que tienen los periodistas freelance para vender noticias debido a la crisis económica y lo que el medio considera como hecho noticiable. El coste económico que implica para el periodista realizar su trabajo cada vez es mayor y no compensa el salario recibido, esto hace que muchos periodistas se decanten trabajar desde el homicilio. Algo que en cierta manera, afecta a la calidad del trabajo dada la falta de la experiencia en primera persona. Emergui aboga por un periodismo neutral que tiene que reflejar ambas partes del conflicto. Por otra parte, la facilidad de establecer contactos con personas relevantes y consolidar fuentes de información es más fácil. Sal cuenta que tanto las autoridades como las entidades son de más fácil acceso. El conflicto creado es fruto de la religión, historia y mezcla de razas. En esta lucha por la tierra la parte débil o minoritaria parece inclinarse hacia Palestina. Habría que preguntarse si este conflicto es más bien político, en el sentido que se intenta generar rechazo, que no social, puesto que los ciudadanos aparentemente no parecen tener prejuicios los unos de los otros.

Patricia Cirera

EL LUGAR MÁS PELIGROSO PARA LOS JUDÍOS ES ISRAEL

19 marzo 2014

Jerusalen

En un hotel de los Legionarios de Cristo nos citamos con Meir Margalit, ex regidor de un partido de izquierdas llamado Meretz e impulsor de la organización “Israeli Committee Against House Demolitions”. Sin embargo, Meir no siempre ha sido un acérrimo activista, llegó a Israel desde Argentina como colono que defendía la causa sionista y se estableció en Gaza. Pero al ser herido en la guerra, inició un cambio de mentalidad y comenzó a cuestionarse el porqué de luchar para mantener una tierra. A partir de entonces empezó a luchar por los derechos de los palestinos, porque considera que Israel es un estado etnocrático que viola los derechos básicos de la comunidad árabe. Según su punto de vista como exdiputado, el gobierno de Israel toma severas medidas contra los palestinos porque teme que crezcan demográficamente y lleguen a tener un poder considerable e incluso lleguen al gobierno en un futuro no muy lejano. Por este motivo legalmente se ejerce una opresión hacia la comunidad árabe, a quien se les considera residentes y no ciudadanos, algo que Meir resume en una palabra, discriminación. La sitación actual del conflicto hace pensar que en un futuro aumente la tensión ya existente, y si además tomamos en consideración su situación geográfica hace que a ojos de Meir, paradójicamente, Israel sea el país menos seguro para los judíos. Los jóvenes son la esperanza para que se establezca un respetuo mútuo, puesto que cada vez son más los que se niegan a hacer el servicio militar, y son muchos son los que se niegan a hacerlo en territorio palestino. Sin embargo, Meir lamenta que este cambio que se está cociendo no se refleje en las urnas. La pregunta es ¿Para que haya paz tiene que haber una guerra? La respuesta de Meir es “Me gustaría pensar que no”.

Patricia Cirera

AL OTRO LADO DEL MURO

18.03.14 

Campo de Refugiados Aydan – Palestina

Subiendo las colinas de Jerusalén, cruzamos el primer control que separa los isarelís de los palestinos, llegamos a Belén. Las metralletas de los militares vestidos de verde se hacen visibles, y una vez cruzado el paso encontramos una población llena de vida. Sin embargo, tras el telón de cemento de 9 metros de altura se esconde una población aterrorizada por la presión que ejerce el ejercito israelí. Dentro de la población de Belén se encuentra el campo de refugiados palestinos de Aida, creado en el 1948 después de los primeros grandes desplazamientos de palestinos forzados por el nuevo estado de Israel. Este campo de refugiados ha evolucionado hasta ser un pueblo dentro de esta ciudad mística e histórica. Recorremos un entramado de calles irregulares e improvisadas hasta llegar a la escuela masculina, donde nos reciben varios niños del campo, el director del colegio, Ibrahin Issa (director del campo), Christoph von Toggenbur, trabajador de la UNRWA, una agencia de la ONU creada para luchar por el futuro digno de los refugiados palestinos y miembro de esta. Entre estos muros los heridos y asesinados son algo más que números, se explican los hechos individuales que nos acerca al sufrimiento diario y al miedo constante que sienten bajo la incesante mirada de los militares. En sus casa no se sienten seguros, ya que muchas noches sus sueños se ven perturbados por las incursiones que realiza el ejercito israelí y los arrestos infundamentados de niños y adolescentes.

El ruido de piedras lanzadas por niños contra las paredes del mundo, nos transporta del aturdimiento de la llegada a la realidad. El odio, frustración y tristeza de estos niños es tanta que esta vía de escape disfrazada como juego infantil no les hace ser consciente del riesgo que corren, ya que a menudo se ven arrestados en prisiones donde los humillan y manipulan para sacarles información. Esta información suele ser falsa y es producto del sentimiento que les provocan para sentirse como héroes, o de las presiones físicas y mentales que ejercen sobre ellos. Ni el fútbol u otros juegos les libra de esta tortura. Son niños que crecen siendo tratados como adultos y así se tienen que enfrentar al día a día.

La UNRWA vela por estos refugiados, pero son ellos mismos quienes han tenido que sacarse las castañas del fuego de este infierno. Con perseverancia y orgullo han construido una comunidad que tiene los servicios mínimos: la educación y la sanidad. En este campo no solamente hay escuelas, también han creado un centro juvenil, Lajee, donde niños y jóvenes descubren y desarrollan sus habilidades. Imparten cursos como baile, fotografía, cine, entre otras cosas, que les ayuda a labrarse un futuro más digno y próspero en el que todos se apoyan unos a otros, ya que todos han sufrido la pesadilla de las prisiones israelís para palestinos. Les preguntamos si saben hebreo para poder defender sus derechos y entender todos los documentos que les hacen firmar, pero con orgullo responden que no, que no quieren someterse al poder ni a la lengua del colono y que prefieren no aprenderlo o no hablarlo para reafirmar su identidad. Un jóven de 28 años que coordina el centro, Mohammad Al Azraq, nos explica sus experiencias personales y nos describre los sueños de estos jóvenes. No sueñan con cosas abstractas ni con un futuro lejano, sueñan con cosas tan básicas como la libertad, la libre mobilidad, unas mejores condiciones y ver el mar. No quieren ser pilotos, ni ingenieros, quieren ser ciudadanos libres y poder vivir sus propias vidas dentro de sus límites, no de límites ajenos. Si nos asomamos al balcón de una de las aulas, observamos que una delgada pared separa el área de recreo con sus columpios y toboganes, con el cementerio del campo. Una visión gris que se fusiona con las coloridas atracciones infantiles.

Desde la terraza se ve el serpenteado muro que cada vez se come más terreno palestino y otro joven con herida de bala nos explica cómo fue atacado mientras hacía unas fotos a los militares. Él ha tenido la oportunidad de viajar, y combina su trabajo de periodista con el de director de cine. Ha tenido la suerte de poder presentar sus películas en varios festivales, pero es consciente de la situación en la que se encuentra.

La última visita ha sido a una exposición de fotografía en las que se detallan los sueños y las pesadillas de varios individuos. Pocos sueños cumplidos y demasiadas pesadillas vividas.

De vuelta al hostal, contorneamos nuevamente el serpenteado muro que separa ambas partes, y se nos presenta una galería de grafitis con lemas reivindicativos y de lucha que proclaman en una sola voz que nunca se rendirán y que algún día volverán.

HABLANDO CON ESTUDIANTES

17.03.14

En esta ciudad hemos intentado interactuar con la población y saber su opinión acerca del conflicto, así como también conocer de primera mano la verdadera imagen de este país tan coloreado por los medios. Para conseguir este objetivo, hemos ido a la universidad de Tel Aviv, en concreto a la facultad de Derecho, donde hemos entrevistado a alumnos de diferentes cursos.

Todos los alumnos entrevistados estudian primero o segundo de derecho y tienen interés en estudiar en Estados Unidos. La mayoría de universidades son públicas y gozan de gran prestigio. Las exigencias para acceder a la universidad son muy altas y la nota determina si entras o no. Todos coinciden en afirmar que las personas de origen árabe tienen más facilidades para entrar, ya que la nota de acceso es inferior para ellos, mientras que para los estudiantes de origen judío se les exige una más alta.

Uno de los estudiantes ha hecho 6 años de servicio militar (mínimo 3 años para chicos y 2 para chicas) y ha explicado que sus funciones eran livianas: vigilar y controlar las fronteras entre otras tareas. Decidió hacer estos 3 años extras porque le pareció un trabajo más, entre otros tantos mal pagados, antes de ir a la universidad.

Al inicio de la entrevista, se han sentido cómodos y cercanos, respondiendo con tranquilidad a las preguntas; sin embargo, en cada una de las conversaciones, cuando aparecía el nombre Palestina, se percibía de repente un ambiente más tenso y la expresión de su cara se endurecía. A pesar de esta reacción, todos han coincidido en decir que en Tel Aviv conviven árabes, israelís y personas de otras nacionalidades y que ellos no tienen una postura activa en la lucha por la paz, más bien una postura pasiva, ya que ellos viven el día a día de sus vidas y no viven pensando en lo que les pasa a otros, en este caso, a los palestinos, ya que consideran que es un país diferente y no conviven en la misma zona.

SHALOM

Israel es la tierra soñada por millones de personas, la tierra que vio nacer las tres religiones monoteístas más importantes. Por ese motivo, Israel, además de una nación, es un símbolo por el que luchar y al que proteger. Siglos y siglos de lucha que llegan hasta nuestros tiempos.

El último y conocido conflicto es el existente entre árabes e israelís. Desde Tel Aviv, la ventana a occidente, observamos una ciudad moderna, cosmopolita, que es el escaparate al mundo. Tel Aviv es una burbuja inmersa en una zona aparentemente hostil, donde unos luchan por la paz mientras otros miran hacia otro lado.